Muchos me preguntan acerca de mi viaje. Otros no me preguntan nada, pero quieren saber. Y a otros no les interesa, pero "ya pues, ya que éste ha escrito lo que hizo, entraré a sapear un rato". Así que aquí va mi crónica acerca de este gran viaje. Por lo menos desde mi humilde y contrapicado punto de vista. ¡ih!
Son las 8 de la noche y está todo listo para salir hacia Chiclayo en Tepsa, "la más moderna flota de buses del país". Y sí que es moderna. Ya en la terminal todo es de primera. Una cafetería de primera, computadoras de primera, sala de embarque de primera. Y ¡saz!, todo menos las personas que reciben a uno ahí, que creo que son de segunda. Después de dejar la maleta con el encargado, escuché que ese gordo decía, "A Arequipa, ¿verdad?". ¿Qué? Yo no iba a confiar en él. Menos aún faltando hora y media para viajar. No no no... dejaríamos la maleta faltando diez minutos para el viaje, y yo no viajaría en la maleta, sino en un asiento, como tenía que ser.
Después de casi 11 horas de viaje en un bus que no me convenció mucho, empezó a hacer calor, y ya sabes que debes estar muy cerca. Bueno, también porque la gente se despierta y se empieza a poner los zapatos. Uaj. Y ya. Llegamos a la gran ciudad de Chiclayo, capital de... de los taxis baratos y los bodoques helados. El clima de Lima no es así de bonito, pese a que el calor puede matar a cualquiera. El sudor no dejaba de salir por mis plastificados poritos. La verdad es que no hay mucho que conocer. Hay una catedral bonita y había una municipalidad al lado. La quemaron por año nuevo. Para los urbanos como yo, es la oportunidad perfecta para salir de Lima sin tener que sacrificar un rico Kentucky o una Bembos a lo Pobre. Yam yam. Es como una Lima en pequeño. Hay combis, congestiones y rateros, pero no tanto. También hay parques bonitos. Pero definitivamente lo mejor, son los amigos que uno puede hacer por ahí.
Les presento a mi amigo, Chiclayín. Como todos en el norte, duerme siempre después de almorzar. Dicen que porque hace tanto calor, que es difícil trabajar o estudiar a esa hora. Dicen que algunos negocios inclusive cierran, y algunos hasta no permiten que los llamen por teléfono a esas horas. Bueno, la verdad es que Chiclayín duerme todo el santo día. Uno como buen limeño quiere jugar a todas horas. Pero no, después de almuerzo, todos a dormir. Y el que no quiera, piña. Ni bulla se puede hacer. Pero bueno, después de todo es un gran lugar. Además, fuimos recibidos por grandes personas, y todos nos trataron bien. Yo no conocía por ahí, así que el segundo día, después de un necesario y cómodo sueño, salimos hacia Lambayeque, a conocer las ruinas de Túcume.
Túcume es uno de esos lugares donde no hay nada, pero es increíble ir ahí. Son pirámides, dicen. Pero ya no queda ni una en pie. Solo sus ruinas. ¡Pero hey! Tiene unos paisajes buenísimos. Quizás los mejores que yo he visto en mi limitada vida. Si bien todo el complejo está centrado en las pirámides construidas hace tantísimo tiempo, lo más importante para los visitante es un cerro que siempre estuvo ahí. Nadie lo construyó, pero todo el mundo muere por subir y poder ver desde arriba el horizonte en todas las direcciones. Las pirámides, bien gracias. Fotos por aquí, fotos por allá, pero por todos lados insectos que pican, y un calor como nunca he sentido, excepto por un día que me metieron al microondas. Sobre este lugar no tengo mucho que decirles. Visítenlo. Es uno de los mejores lugares del mundo. Lleven una buena cámara, un buen repelente y sobre todo harto Gatorade. Ropa muy ligera y muchas ganas de trepar muy alto y de morirse de calor. Si son pequeños como yo, asegúrense que alguien los lleve hasta arriba y que los cargue hasta para la foto. Eso sí es vida. No olviden robarse una piedrita preinca antes de regresar.
A propósito, están a punto de restaurar las ruinas. Así que si quieren verlas tan mal como yo las vi, vayan YA. De ahí le ponen escalera eléctrica y McDonald's a todo. Se los advierto.
En casa de los Salinas todos me engríen. Me toman fotos, me llevan en carro, ven películas y cocinan muy bien. Como buen limeño les digo que no tengan miedo de preguntar si no entienden algo. Es más, a veces usan palabras muy extrañas o hablan de cosas que ni se entienden. El español no siempre es un mismo idioma. ¿Ustedes ya saben lo que es un bodoque? No soy yo, bodoque. Es un helado. Y también sé que el helado de conito lo comen de cabeza. Y que no debes dejar que un taxi te vea cara de limeño y te estafe. Y tienen una carretera donde, a deferencia de aquí, se puede ir rápido. Y que comen soya y tamarindo. Es más. Saben cómo rayos es una soya y un tamarindo. Y que como el mar es caliente no tienen los pescados heladitos que tenemos acá. Tienen otros, que solamente vemos aquí cada cinco o diez años.
Y hablando del mar, era imposible no visitar Pimentel. Una de las playas más conocidas y visitadas de Lambayeque. Todos los chiclayanos se van allá. Es buenísimo. Un sol de primera y el agua, si bien no es tan caliente como en Piura, es mucho más cómoda que en Lima. No te duelen los pies cuando entras ni puedes morir de hipotermia. Es sencillamente genial. Como toda playa, tiene su truco, pues. En la orilla es medio bravo. Más al fondo, es mejor. Si no sabes nadar o mides 20 centímetros como yo, no entres tanto. Mejor échate en la arena a tomar un rico sol.
Cada playa, además, tiene sus cosas especiales. Al ser Lambayeque, mucho más. Hay mucho con qué sorprenderse. El sánguche de pollo tradicional, raspadillas, helados... y otras cosas que ni tenía ni idea de qué eran. De todo hay. Pescadores a tu lado, una tía surfeando con skateboard, un piedron debajo del agua que fácil ha ahogado a más de uno, la deliciosa arena Pimentelense... Pimentelina... playera...
Que gran viaje. Para todos fue muy bueno. Yo me divertí bastante y me encariñé mucho con todo el mundo ahí. Sé que volveré pronto. Si es que me llevan y si me aceptan de vuelta. Después de varios días, vino la penosa despedida de la gente que ahora quieres. Momentos muy tristes y muy emotivos, donde debes aprovechar para decir todo lo que necesites decir antes de irte, en caso no vuelvas a ver a esas personas. Todos por allá son personas que siempre llevaré conmigo. Pero bueno, sufrí mucho al alejarme de mis queridos amigos, y heme aquí de vuelta en Lima. En nuestra gris ciudad. Por ahí escuché que la gente se ve más bonita en provincias. Lima tiene un nosequé, que te hace andar molesto. Que en invierno te enferma y en verano no te deja respirar por la humedad. Que te hace perder tiempo estando todos los días durante horas en un carro. Donde la sociedad te exige que compres todo lo que puedas si quieres estar a la moda, y que después no puedes usar por temor a que te roben todo. Esa es mi Lima querida. Así la quiero y no quiero irme de aquí. Por qué rayos en provincias todo el mundo ama a su ciudad o su pueblo, y de aquí todos se quieren ir. No señores. Este es mi pueblazo. Bastante enorme, pero solo apreciaremos lo de afuera cuando amemos lo de aquí. Espero no haberlos aburrido mucho. Yo ya me cansé de escribir. Dictaré para la próxima. ¡Yeah!
Dedicado a Chiclayín.